martes, 7 de febrero de 2012

Un bicentenario universal, de cuna inglesa…


Se cumplen 200 años del nacimiento de  Charles Dickens, el novelista  extravagante y melodramático que a menudo ha ejercido una influencia sobre la imaginación de los lectores.

Charles Dickens era el referente  de la época en que vivió. Sus escritos dan forma a nuestra percepción del Londres victoriano, aunque su detractor y enemigo de sus obras, Walter Bagehot, reconoció que en su evocación de la vida londinense, Dickens, era como un enviado especial para la posteridad y, en verdad, no se equivoco. Sus personajes  de Scrooge y el Artful Dodger al señor Micawber y Uriah Heep hoy en día, son avatares de lo “inglés”.

El término "dickensiano/a" trae a la mente, no tanto el hombre o los personajes que creó el mundo, los personajes habitan porque están; por un lado, una escena con nariz roja de comedia y buen humor surrealista, sin embargo, por otro, algo sucio, una sociedad empobrecida repleta  de  niños abusados, abogados discutiendo,  profesores sádicos y efigies vigilante de sí mismo. La biografía de Claire Tomalin comienza con un "elenco de actores" de la gente que Dickens conocía, y los personajes de la vida real son tan tentadoramente diversos como los de las novelas, La lucha, su lucha por los músicos, actrices, niños, bailarines, políticos, prostitutas, marginados sociales,  hipocondríacos, los filántropos, elegantes y herederas.

Es difícil no dejarse seducir por esta mezcla de vida y obra, de la historieta de todo corazón y lo grotesco de forma gráfica. Una afición por la que sin duda serán muchos los homenajes del Bicentenario, incluyendo el Doddle del día en Google. 

Los libros son sólo una parte de este proceso Bicentenario, que incluirá exposiciones, lecturas, obras de teatro, conferencias, una nueva película de Gread Expectations protagonizada por Ralph Fiennes, adaptaciones de la BBC de la novela y también El misterio de Edwin Drood, un drama titulado parodia de la antigua tienda desolada de cosas y una serie de acontecimientos más misteriosos, incluyendo un festival de Dickens en China y una media maratón para los amantes de Dickens, organizado por la Universidad Rice en Houston, (Texas).

Los más importantes nuevos libros fueron elegidos por  Tomalin y Robert Douglas-Fairhurst. Mientras que muchos relatos previos de la vida de Dickens han sido opresivamente desplazados, estas son satisfactoriamente los elegidos: Tomalin es un biógrafo con alma, seguro de que anteriores temas literarios han incluido Thomas Hardy y Samuel Pepys. Aquí se hace un trabajo humanitario de la captura de las complejidades de Dickens. Douglas-Fairhurst es un académico de Oxford, autor de otra vida victoriana (2002), en las que reproducía el ambiente cultural del siglo XIX. Quien  se involucra en su legado encuentra  diferentes versiones de él: el radical, el republicano, el hipnotizador, el sentimental, el protector de los huérfanos, el amante de los circos, el padre desesperado. Pero, sobre todo, en su opinión, "establecer que la Londres del siglo XIX ante la mirada ajena y sin darse cuenta,  celebran a los pequeños que viven marginados por la sociedad que los contempla".

Douglas-Fairhurst ofrece una perspectiva algo diferente. Reflexiona que: "Ningún escritor parece tener menos sorpresas. No tema, parece más conveniente a las certezas tranquilizadoras de la retrospectiva biográfica. "Esto es porque el nombre de Dickens se ha convertido envuelto en el mito. Douglas-Fairhurst nos insta a "desaprender mucho de lo que sabemos". Para él, la auto-promoción, el novelista incontenible vivacidad a menudo, aunque sólo la mitad-de forma visible, "una figura triste,  un tipo tan raro como extraño".

Los mitos se han ido acumulando en torno a  Dickens porque era un escritor muy popular. Sin descanso energético, que anhelaba la amistad y la admiración. Douglas-Fairhurst, lo describe cómo "preocupado por la relación  entre la ficción popular y su público". Dickens quería que sus lectores se  sumergiesen en el mundo que, el mismo, había creado. En la página y en persona siempre estaba dando la impresión de que estaba aceptando  la confianza de sus conciudadanos. El trataba de reducir a su imaginario público a  estados indefinidos. Ese, ese fue el motor de su éxito.

Sobre todo adoraba  un cuento de Navidad (1843), en la que Dickens ha embalsamado una imagen ideal de las fiestas de Navidades como una oportunidad para reuniones familiares, impregnada de esperanza y alegría. Difícil a pesar de que sea de creer, que reavivó el interés por el festival en un momento en que estaba en declive. Está lejos de ser absurda la idea de llamarlo El hombre que inventó la Navidad. Esto solo lo podía hacer, Dickens.

Si bien este es, exactamente, el tipo de etiqueta cursi que Douglas-Fairhurst quiere borrar, aunque sospecha  que a Dickens le hubiese gustado. Él estaba contento cuando sus creaciones adquirieron vida más allá del libro. De hecho, como Douglas-Fairhurst muestra, sintió la necesidad de mantenerlos vivos y, en lugar de trazar una línea en sus historias, les abría camino al más allá, pero siempre era realista, o sea, una relación de difícil comprensión.

Pero Dickens se alarmó al comprobar la realidad  de sus actividades más allá de la escritura. Desde su muerte en 1870  ha sido objeto de más de un centenar de biografías, seguro que esto le hubiese gustado. La  primera de ellas fue la de John Forster, interpretado por Tomalin como "esencial" amigo, erudito y cortés, sin embargo, "no puritana". Su primer volumen, que apareció en 1872, sorprendentemente reveló que el padre de Dickens había sido confinado a una prisión de deudores y que, de 12 años, Dickens había contribuido a la economía familiar, trabajando en una fábrica donde se pegan las etiquetas a las ollas de arrancar uñas. Una infancia nada fácil, pero “vivía” lo que le hace aun más grande. Por eso le llamaba “el personaje de etiqueta cursi”.  El Tomalin este, se pasó toda su vida escribiendo mal de Dickens, se hizo millonario y nos hemos dado cuenta a los 200 años. 

La naturaleza precisa de la relación de Dickens con Nelly fue durante mucho tiempo una fuente de ansiedad y especulación. Tomalin, la describe con sensibilidad acerca de la oscuridad que nubló los últimos años de Dickens, es menos cuidadoso de aventurar conjeturas inteligentes acerca de lo que otros biógrafos, es más cauto, y concluye que fruto de ese enlace nació un hijo que murió en la infancia. Nunca se supo cuando, ni como.

En este sentido, Tomalin estaba en desacuerdo con  Slater y Ackroyd. Pero ambos tenían un aliado en Anne Isba, que en las mujeres de Dickens escribe que Nelly  se convirtió en amante de Dickens y le dio "al menos" un hijo.

En su pequeño libro,  Isba,  uno de los muchos volúmenes inéditos que se están publicando para bicentenario narra parte de esos hechos. Su enorme gama sugiere la inagotable capacidad de Dickens para excitar no sólo la especulación biográfica, sino también profundizar en lo histórico con descaro imaginativo.

Para terminar, se cita con un autobiógrafo poco conocido y le pregunta: ¿Oye, eres de los que opinan que los novelistas, no tienen imaginación? Es que algunos de mis mejores amigos son los biógrafos. 

Nota:
Artículo del blog de Juan Pardo, a propósito del Bicentenario del inmenso Charles Dickens. 

Mas que oportuno, teniendo en cuenta que vivimos tiempos “Dickensianos”… o acaso existe alguna duda al respecto?

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