Ser o no ser”… “To be or not to be” Esta es la
más célebre línea de la obra de William Shakespeare: Hamlet. Desde siempre
-lo cual significa desde que la leí- he considerado a Hamlet una obra
magistral, única e irrepetible, en la que Shakespeare va desarrollando temas
tan vigentes como la traición, el amor, la venganza y la amistad.
Hamlet, el protagonista de la obra es un joven
muy decepcionado de su entorno. Un entorno corrupto y algo hostil que ha
perdido su esplendor a raíz de la muerte de su padre, quien fuera en vida el
Rey Hamlet de Dinamarca.
“...¡Todo esto es
realmente apariencia, pues son cosas que el hombre puede fingir; pero lo que
dentro de mí siento sobrepuja a todas las exterioridades, que no vienen a hacer
sino atavíos y galas del dolor!...”
¿No se parece a lo que la
sociedad postmoderna plantea? Esto de que todo sea apariencia, el “arte de
mostrar” que somos algo que realmente no somos, lo cual lleva a angustias,
depresiones y tristezas dentro de nosotros. Como dice el Sociólogo José Joaquín
Brünner:
“...La fugacidad se ha vuelto
parte del paisaje cultural que habitamos. Podemos estar aquí y en cualquier
otro lugar, satélites y pantallas de televisión mediante. Pero al precio de
aceptar la fugacidad. La globalización ensancha hasta el infinito
el horizonte. La mirada postmoderna lo reduce al instante…”
Y ahora estamos a punto
de enfrentarnos al Gran cuestionamiento de Hamlet, “el ser o no ser”, el vivir
o morir, el seguir o detenerse y dejar que todo continúe pero sin nosotros.
“¡Ser o no ser: He aquí
el problema! ¿Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos
de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y,
haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir..., dormir; No más!
¡Y pensar que con un
sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que
constituyen la herencia de la carne!
¡He aquí un término
devotamente apetecible!
¡Morir..., dormir!
¡Dormir!...¡Tal vez soñar!
¡Sí ahí está el
obstáculo! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden
sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del
torbellino de la vida!
¡He aquí la reflexión
que da existencia tan larga al infortunio!
Porque ¿Quién aguantaría
los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del
soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las
insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre
indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete?
¿Quién querría llevar
tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera
por el temor de un algo, después de la muerte, esa ignorada región cuyos fines
no vuelve a traspasar viajero alguno, temor que confunde nuestra voluntad y nos
impulsa a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros
que desconocemos? Así la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes; y así
los primitivos matices de la resolución desmayan bajo los pálidos toques del
pensamiento, y las empresas de mayores alientos e importancia, por esa
consideración, tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción.”
Este monólogo de la
obra, que data del siglo XVI sigue vigente y pone de manifiesto lo vertiginoso
que ha sido el avance de las ciencias y la tecnología, sin embargo… la
humanidad, como tal, muy poco ha avanzado e incluso pareciese retroceder en
cuanto a su concepción de valores, principios, honorabilidad y respeto hacia sí
misma.
Esta
apreciación, desde todo punto de vista muy personal, podría aplicarse a nuestro
globalizado y presuroso mundo, pero siendo venezolano, pues, la reflejo en
nuestro entorno cotidiano, nuestra deteriorada realidad, en nuestro urbano
paisaje manchado con salpicaduras de mínima calidad de vida…y en nuestro
horizonte rural abandonado a su suerte…
Creo que haciendo cada
cual sus oportunas y necesarias introspecciones, llegamos a esa encrucijada
psicológica, en la que nos preguntamos: Ser o no ser?... seguir o abandonar?...
Me quedo o me voy?... Vale la pena?... apuesto o me retiro?... en fin, las
citas y cuestionamientos pueden seguir…y seguir…
En medio de una noche de
tertulia con amigos, sale el tema en cuestión y aparece un debate en el que
pregunto: Un suicida, es valiente al provocar y enfrentar su muerte? O es un
cobarde por huir al sentirse derrotado por la vida?
Cada cual tendrá su propia
respuesta a la pregunta, lo cual no es más que su propia opinión, que vendría a
apoyar una posición u otra. Cabe destacar que no hay puntos medios, tonos
grises, ni opciones de llamar a un amigo o consultar a la audiencia… es un
asunto de todo o nada, blanco o negro, sí o no. Un tema muy propicio a nuestros
tiempos… tiempos en los cuales la polarización nos lleva a ser de un extremo u
otro, aborreciendo cualquier cosa que se aleje de nuestro “insigne e iluminado”
criterio.
Cada uno puede responder
según piense, sin necesidad de justificaciones, sin embargo sería conveniente
que esa respuesta tuviese realmente sustentación, en el quehacer diario de cada
uno, siendo honestos y sinceros entre el decir y el hacer… de lo contrario, se
escuchará “decorado y elegante” pero será una absoluta hipocresía.